La verdadera vida cristiana no es sencilla. Muchos andan predicando un falso evangelio donde se promete una vida sin dificultades ni dolor. Y muchos son los que creen ese evangelio, y siguen ese camino, yéndose así por la puerta ancha que lleva a la perdición. Engañándose ellos mismos, pero no a Dios. Sabemos que en el verdadero evangelio hay felicidad, pero también hay dolor y sufrimiento. Entonces, ¿Qué debemos hacer cuando el camino se pone difícil?
Correr con paciencia
Si queremos llegar a aquella morada prometida por nuestro Señor Jesús, no hay otro camino que podamos tomar.
Hebreos 12:1-3
1. Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2. puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
El capítulo 11 de hebreos nos da una lista de los hombres que caminaron con fe, creyéndole a Dios. Y ahora se encuentran disfrutando de la presencia de Dios cara a cara. Pero para lograrlo tuvieron que caminar pacientemente, en obediencia y esperando en Dios. Por tanto, a nosotros también se nos dice que hay algo que debemos hacer, lo cual es; despojarnos de todo peso y del pecado que cada día nos vive asediando. Y también recalca que debemos hacerlo pacientemente.
Como creyentes y seguidores de Jesús, no estamos fuera de las redes de este mundo. En consecuencia, Dios nos ha trazado el camino por el cual debemos caminar, y en ese camino irnos despojando de todo peso, para que podamos avanzar sin contratiempo. En filipenses 4:6 nos dice que debemos venir a los pies de Dios en oración y ruego, para poner delante de él todas nuestras preocupaciones, cargas, problemas y dudas.
Debemos reconocer que somos débiles, y que a diario necesitamos de Cristo, porque por un instante que nos descuidamos ya estamos envueltos o estamos siendo seducidos por algún pecado. Porque el pecado es como manada de lobos que rodean a su presa, dejando sin un lugar a donde escapar. Pero nosotros tenemos la misericordia de Dios que nos ayuda a seguir firmes y escapar de las trampas de satanás y de nuestras propias concupiscencias. Para seguir avanzando en esta carrera por la salvación.
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Poner nuestros ojos en Jesús
Como en toda carrera, hay obstáculos y una meta, y la carrera por la salvación también tiene sus obstáculos y su meta. Y para llegar a la meta debemos correr la distancia que Dios ya ha trazado para cada uno de nosotros. Tú y yo estamos en esta carrera fue porque Dios nos inscribió en ella, y nos ha dado los recursos para llegar a la meta, y no rendirnos en el trayecto.
Cuando la Biblia nos dice, puestos los ojos en Jesús, esto hace referencia a que debemos mirar a Jesús atentamente, sin distraernos. Es decir, que debemos quitar nuestra mirada de todo a nuestro alrededor y solo fijarnos EN JESÚS. Porque cuando nos fijamos en otra cosa o persona que no sea Jesús, somos propensos a caer en tentación.
Pablo creía plenamente que le esperaba la corona de vida, porque sabía a quién le había creído, y sabía que sus ojos solo estaban puestos en Jesús. 2 Timoteo 4:8. ¿No es maravilloso tener esa seguridad? Si queremos tener esa seguridad de nuestra salvación, debemos hacer lo que hacía el Apóstol Pablo, y dejarnos deslumbrar por las ofertas de este mundo, las cuales son muchas.
Por esta razón, aunque nos cansemos a medida que la carrera por la salvación avanza, no debemos desmayar. Porque Dios prometió estar con nosotros todos los días, y esto es hasta que la carrera de cada uno de nosotros termine.
Confía en Dios y en sus planes, a pesar de que todo lo hagas vaya mal, confía en que él tiene el control, y tú solo debes avanzar.